Revista Jurídica de LexJuris
Volumen 2 Verano 2000
CULTURA Y MEDIO AMBIENTE
ELEMENTOS PARA UNA AGENDA DE INTEGRACION
EN EL CARIBE CONTEMPORANEO*
Universidad
de Puerto Rico
INTRODUCCION
Este
trabajo tiene como objetivo central establecer una reflexión sobre la relación entre
la cultura, la sociedad civil y el medio ambiente en la región del Caribe.
Además, intenta profundizar sobre los mecanismos y elementos existentes y los
que son necesarios para ampliar la cooperación e integración del Caribe tanto
insular como continental. Esta presentación es el producto de la experiencia
caribeña vivida por el autor tanto en su carácter individual, como en sus
funciones de coordinador de la Red de Información Geográfica del Programa
Atlantea. Las visitas e intercambios han ayudado a conocer los confines de esta
región desde Belice a Santa Lucia, desde Gonaive en Haití hasta los
"bayous" de Lafayette en Louisiana.
Una parte
fundamental del trabajo va dirigido a
ofrecer una perspectiva histórica de la integración de la problemática del
medio ambiente caribeño desde su colonización hasta el presente, desde la
implantación de la economía minera y de plantación hasta el turismo. Hay una
historia común que nos une en la transformación del medio geográfico. Es por
ello que los problemas ambientales actuales del Caribe son derivados de las
acciones humanas que sobre la ecología caribeña tuvieron nuestros ancestros y
hoy día perpetuamos nosotros.
Utilizamos
los conceptos de cultura, Caribe, medio ambiente, integración y sociedad civil
en su acepción más amplia. Para nosotros la cultura además de un concepto
antropólogico constituye un proceso de creación, comunicación e integración de
los seres humanos en la busqueda de soluciones a problemas comunes. Dicho de
forma más simple es parte vital en la consecusión de un mayor bienestar
colectivo.
Cuestionar la existencia del Caribe como una región
cultural y funcional sería negar la existencia de las teoría más avanzadas
dentro de la geografía regional. El Caribe constituye una región formal fundamentada
en la cohesión de los factores climáticos, oceánicos, litorales, geológicos,
biogeográficos y topográficos.
* Ponencia Presentada en el taller de Integración e Identidad Cultural en el Gran
Caribe, Centro Juan Marinello, La Habana, Cuba, junio de 2000.
Si a ello le añadimos la idiosincracia humana que
nace de ese sincretismo fundado por el indio, legado por el negro y matizado
por el europeo tenemos una región de caracter único. Pero, ¿ Hasta donde se
extiende la región? La respuesta es hasta los confines donde sus habitantes
llevan la cultura Caribeña. Modernamente el Caribe es una región que tiene una
morfología física y cultural muy concreta, no obstante su radio cultural de
acción es una abstración geográfico espacial, pues puede extenderse hasta donde
llegue el Regae o se escuche la salsa.
Si se desea hablar de medio ambiente en el contexto
de la integración es necesario precisar su contenido cuando nos referimos a
ambos conceptos. Para mi "medio ambiente" es un término cuya
composición explicitamente explica de lo que se trata el asunto.
"Medio" se refiere a la naturaleza fisico-biológica en su forma
prístina y ambiente se refiere a la transformación humana de esas condiciones
naturales. Desde antes del Homo Erectus
venimos cambiando el planeta Tierra hasta llegar al individuo moderno, apartado
y distanciado del resto de las especies que le rodean.
Para integrarnos en el marco de la colaboración y
el intercambio de información e ídeas es necesario concientizarnos de aquellos
elementos que nos unen. Entre ellos la historia, la geografía, la cultura y los
problemas ambientales. También se hace
inminente buscar soluciones comunes en la tecnología, la educación, el derecho,
la informática y la investigación. La integración es la comunicación abierta
entre dos naciones, entre sus ciudadanos y
homólogos para buscar en el saber científico la solución a los problemas
comunes que enfrentan.
La sociedad civil es parte integrar de la
conformación de una cultura ecológica caribeña. Los grupos de acción
comunitaria, las organizaciones no gubernamentales, las múltiples asociaciones,
fundaciones y clubes ambientales constituyen hoy día la máxima expresión de lo
que es definir una integración cultural sobre la base de una unidad sistémica
de nuestra sociedad. El sistema ecológico es hoy para muchas personas tan
importante como el sistema económico. A pesar de que como sistema aún no
alcanza una total autogestión y que aún sigue sometido a los vaivenes del
sistema económico y político, son precisamente los grupos de la sociedad civil
los que cada vez más van logrando independizar al medio ambiente de las fuerzas
atropellantes a las que lo expone el estado y los grupos con intereses privados
sobre el territorio.
En
síntesis, esta presentación discutirá la integración cultural como parte de un
proceso histórico que no está aislado
del crecimiento económico y en
consecuencia de su impacto negativo sobre el ambiente. La integración se concibe como una
alternativa positiva que, acompañada de una política pública ambiental sensible
a los ciclos ecológicos, puede contribuir a un mejor estado de la naturaleza.
Esto, a su vez, debe estar acompañado de una conciencia regional y
global de los problemas ecológicos y de las respectivas acciones que la comunidad y los grupos ecologistas
llevan a cabo.
ANTECEDENTES
COMUNES
Antes que ningún humano ocupase las islas que hoy
comprenden el archipiélago caribeño, cuando no existía ninguna necesidad de
defender la naturaleza, estas tierras eran lo más cercano al paraíso
terrenal. Paraíso que se formuló en
teoría en la mente de muchos exploradores y que culminó con el descubrimiento
de la isla de San Salvador, hoy conocida como Watling, en las Bahamas, por el
Almirante Cristóbal Colón.
Cuando los
primeros pobladores llegaron al Caribe, cerca de 2,000 años A.C.[1] debieron encontrar una geografía sólo mancillada
por los embates de alguna forma esporádica de contaminación natural entre las
que podemos mencionar la combustión espontánea y el salitre. Después de los Arcaicos, llegaron los
Huecoídes de Vieques (definidos como una primera fase agroalfarera) y luego los
Igneris (170 A.C. y 1545 D.C.). La
segunda migración agroalfarera la constituyen aquellos grupos conocidos como
Taíno inicial, Siboneyes hasta el
Taíno. Estos grupos llegaron entre el año 460
D.C. y el año 1492. Finalmente, los grupos guerreros definidos
como Caribe, debieron llegar después del año 1400 D.C.[2]
Sin lugar
a duda, todos estos grupos indígenas tuvieron un impacto ecológico sobre la
naturaleza. A través de la pesca, la caza, la recolección y posteriormente la
agricultura, modificaron módicamente su hábitat. El consumo de algunas especies como alimento para la fabricación
de herramientas y adornos puso en disminución animales como la hutía, el
manatí, la cotorra y las palomas y tortugas, entre otros.[3]
El
trasfondo social que regía las relaciones de estos grupos con la naturaleza
encaja de manera sorprendente con los marcos conceptuales del naturalismo que
venía desarrollándose en Europa. Sólo
la naturaleza imponía límites y de forma autoregulada los aborígenes respondían
a estas restricciones. Sólo así las
poblaciones originales pudieron alcanzar un crecimiento sistemático que
posiblemente alcanzó cerca de los seis millones al momento del descubrimiento.[4]
España
incursionó en el nuevo mundo como parte del proceso de la Reconquista y de la
expulsión de los árabes. Tras romper
con su herencia feudal, la España de 1492 buscaba por el contrario la
unificación del estado español. Ese
sentimiento de renovación fue acompañado según Carlos Fuentes[5] por un sentido de expansión y descubrimiento que
culminó en una sola palabra: El Renacimiento.
Previo al
renacimiento, el derecho imperante constituía un mosaico de leyes por uso y
costumbre que habían legado los árabes, judíos y señores feudales. Ese derecho fue consolidado más tarde
gracias a la compilación por Alfonso el Sabio, de las Siete Partidas, que a su
vez sirvieron de marco para revitalizar la tradición romana del derecho. Con ese trasfondo legal llegaron los
españoles al Caribe. No cabe duda que
con la confusión jurídica reinante en España y el impulso que proveyó el
mercantilismo y el renacimiento los
conquistadores sólo estaban dispuestos a regirse por el derecho de
conquista. En sí, las leyes de la India
fueron un intento por controlar el saqueo, la usurpación y la sobreexplotación
indígena y de la naturaleza que produjo
la conquista de América. La búsqueda de
riquezas junto a las instituciones del repartimiento y la encomienda exfoliaron
los dos recursos principales: cultura y naturaleza.
Inicialmente
en la relación social con la naturaleza los conquistadores veían en la tierra
el principal recurso a explotarse. Es
por ello que la minería representó la
actividad dominante durante los
primeros cincuenta años de la conquista del Caribe. Una vez escaseado el oro,
la agricultura y la ganadería pasaron a
dominar. La relación ambiental de
entonces, se regía por los principios aristotélicos y cristianos de "Haced parir a la tierra",
refiriéndose a la agricultura y a la ganadería y "la tierra a merced del hombre", refiriéndose a la
recolección de la riqueza minera. Esta
concepción transformó la ecología caribeña a través de la introducción de
nuevas especies de plantas y animales tales como el café, la caña de azúcar,
las palmas de coco, el caballo y el
perro, entre otros. Además, trastocó
los cimientos de las culturas indígenas de tal forma que a finales del siglo
XVI apenas quedaban indios en las Antillas Mayores.
De toda
esta convergencia surgió un experimento ecológico único en su contenido
ambiental y demográfico: la economía de
plantación. Los negros suplantaron a
los indios como fuerza laboral y la agricultura reemplazó a la minería como
actividad económica dominante. Aunque
cronológicamente el desarrollo de las plantaciones de las Antillas Españolas
comenzó en el siglo XVI, éstas alcanzaron mayor desarrollo en las Antillas
Inglesas y Francesas durante los siglos XVII y XVIII. La caña de azúcar se convirtió en el nuevo oro caribeño. Barbados exportó cerca de 7,000 toneladas de
azúcar en el año 1655 y 12,000 en el
año 1700. Guadalupe exportó más de
2,000 toneladas en el 1674 y Martinica exportó 10,000 en el 1700. Durante el mismo período Jamaica y Surinam
aportaron cerca de 4,000 toneladas cada una.[6]
El nuevo
modelo del desarrollo caribeño se basó en la utilización de mano de obra
esclava. Los negros constituían en sí
mismos una mercancía que generaba riqueza al explotar la tierra. Alrededor de quince millones de negros
fueron traídos al caribe a través del Atlántico en los tres siglos que perduró
el tráfico de esclavos. El sistema de
plantación desarrolló un modelo clásico de dependencia colonial entre las islas
y su metrópolis. Además de caña las
Antillas exportaban café, gengibre, huevos y productos derivados del ganado,
frutos menores y sales e importaban trigo, arroz, maderas, telas, pescado,
carnes y productos procesados.[7]
La
transformación del ambiente natural bajo la plantación fue inminente. Los cultivos de la plantación requerían
extensas cantidades de tierra, así como una abundante fuerza laboral. Esto
produjo la utilización de los extensos valles costeros e interiores para
la producción de caña de azúcar. Las
montañas fueron deforestadas para cultivar tabaco y en aquellas áreas de mayor
altura y precipitación se introdujo el café.
Los cultivos fueron adaptados a las variaciones pluviométricas de la
región llegando a establecerse una diferencia de productos para consumo en la misma
plantación, de aquellos que eran para la exportación.
Culturalmente,
la economía de plantación creó un sistema de casta basado en la raza. Los europeos blancos se distinguían de los
administradores, capataces, criollos, mestizos y negros. El sistema era uno centralizado y
estructurado. Tanta rigidez y explotación desmedida confligía con el desarrollo
de las ideas liberales que circulaban en Europa en los albores de la Revolución
Francesa y del desarrollo de un capitalismo en Inglaterra y Estados Unidos. En el Caribe los movimientos emancipadores
de esclavos se dieron a la par con la
lucha de una liberación y rompimiento de las estructuras coloniales.
El siglo
XIX vio emerger una nueva realidad donde convergieron el desarrollo de un
capitalismo incipiente con la liberación de los esclavos. Esto produjo una nueva clase de "colonos" que comenzaron a
cultivar la tierra intensamente. Como
no existía un derecho ambiental, el derecho vigente era el de la tierra. Esta se dividió en pública del Estado o la
Corona y la tierra de las antiguas
plantaciones. La redistribución de la
tierra en pequeñas parcelas produjo
nuevas formas de transformación ecológica por medio del cultivo de bananos,
cocoa, vegetales, especies, cocos, cítricos, algodón, café y caña de azúcar.[8]
El siglo
XIX concluyó con el amplio desarrollo del modelo de plantación transformado en
un sistema capitalista de producción donde el monocultivo de caña, café y
tabaco continuó dominando en las Antillas
Mayores y el desarrollo de los colonos agrícolas caracterizó a las
Antillas Menores. Este fue el cuadro
económico que prevalecía cuando los Estados Unidos comenzaron a ejercer un
papel dominante en las relaciones internacionales del Caribe. A partir del 1898, Cuba y Puerto Rico se
convirtieron en un protectorado de Estados Unidos. No obstante, este hecho no transformó la trayectoria económica
que llevaban ambas islas. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial,
que ocurre una reestructuración del orden global asignándole a las Islas del
Caribe unas nuevas funciones económicas dentro del dominante mercado
norteamericano. Cuba siguió siendo el
principal proveedor de azúcar, Puerto Rico tomó el camino hacia la
industrialización, Curazao y Trinidad comenzaron a beneficiarse de la explotación
de sus recursos petroleros, Jamaica inició la explotación de la bauxita, Santo
Domingo del oro y Haití de sus recursos forestales. Otras islas como las
Bahamas y las islas de Sotavento, se convirtieron en centros turísticos.
Esta
diversificación económica de las islas rompió con los patrones tradicionales
que impusieron las plantaciones creando de paso una serie de problemas
ecológicos y ambientales que varían de isla en isla. Durante los últimos treinta años hemos visto un grado heterogéneo
de desarrollo. Cuba optó por el camino
del socialismo y en el caso de Puerto Rico nos transformamos de una economía
agrícola a una industrial de tipo liviano, luego a una de tipo pesado con las
petroquímicas y más recientemente a una industria dominada por las farmacéuticas, industrias químicas y de
electrónica. Las formas de degradación
ambiental que han producido este modelo de desarrollo son muy serias e
impactantes.
En un
mundo donde la economía está globalizada, la degradación ambiental se globaliza
con ella. Es por eso que el Caribe
contemporáneo posee unos problemas ambientales a nivel local, nacional y
regional que van dirigidos a reducir el equilibrio ecológico que requiere el
planeta para nuestra propia supervivencia. Para tener un cuadro más claro, veamos los principales problemas
ecológicos del Caribe y el marco geográfico social que les acompaña.
PROBLEMAS
MEDIOAMBIENTALES Y GLOBALIZACION
La
experiencia histórica descrita anteriormente sirve a modo de ejemplo de cómo los
recursos humanos, culturales y los
recursos naturales del Caribe han respondido a los procesos de globalización de
las economías caribeñas. Es a base de
ello que podemos sostener que la globalización es un proceso histórico que en
el caso del Caribe tuvo origen con la pisada del primer europeo a nuestras
playas. Muchos autores conciben la
globalización de manera holística, como un proceso económico, político,
cultural y ecológicamente entretejido.
La globalización es una pieza integral de la modernización que va
acompañada de la extensión e intensificación de las relaciones sociales y
económicas.[9]
Paradójicamente, la globalización parece ser la suma de los procesos
económicos que se originan a nivel local y que se conjugan en la forma de
mercados regionales para luego elevar a nivel internacional las relaciones
entre estos diversos mercados. Como
todo proceso, posee contradicciones a
niveles específicos, nacionalismo versus internacionalismo y localismo versus
regionalización.
Sin lugar
a duda, vivimos en un mundo donde la solidaridad global y regional es
importante y donde, desde la perspectiva ecológica, el único planeta habitable
lo constituye la Tierra. No debe
sorprendernos la existencia de un discurso globalista e internacionalista
acompañado de una necesidad mayor de conciencia ecológica. Las consignas prevalecientes son: todos somos parte de esta Tierra y de esta
región caribeña y a todos nos compete protegerlas porque ambas son nuestro
hogar. Existe en principio un consenso
de que los cambios ecológicos globales tienen que comenzar por tomar medidas a
pequeña escala. De manera que si
preservar el Amazonas es importante, de igual forma lo es conservar las áreas boscosas de la más pequeña de las
Antillas.
Dada la
diversidad geográfica, cultural y socioeconómica del Caribe, los países de esta
región presentan una variedad de problemas ambientales. La deforestación es el problema ecológico
principal en Haití, la pérdida de los suelos fértiles debido a la erosión es un
problema muy serio en República Dominicana, la
contaminación de los acuíferos es muy frecuente en Puerto Rico, la destrucción de los recursos costaneros
como manglares, corales y playas es un fenómeno común en las Antillas
Menores. Los recursos pesqueros han
disminuido con la contaminación de las aguas litorales y la sobrepesca, los
mejores terrenos agrícolas se han perdido por su reclamación para ser
urbanizados. El deterioro ecológico
abarca zonas urbanas como las de la Habana Vieja, Kingston, Santo Domingo o San
Juan.
La
extinción de las especies vegetales y faunísticas es otro problema que abarca a
casi todos los países caribeños. La
diversidad faunística de Costa Rica, México, Trinidad y Venezuela está siendo
amenazada con la destrucción de los bosques.
La disecación de lagunas hipersaladas es un problema registrado en la
laguna de Oviedo en Santo Domingo,[10] La Bahía de Jobos en Guayama, Puerto Rico y la
Ciénaga de Zapata en la provincia de
Matanzas en Cuba. Esta situación se
repite con frecuencia en las zonas estuarinas de las Antillas Menores.
Algunos
problemas de carácter local conciernen a la contaminación por mercurio que
causan algunas industrias en Puerto Rico, el deterioro del paisaje rural que
causa la explotación de la bauxita en Jamaica, la pérdida que produce la
extracción de las arenas sulfurosas de Trinidad, la destrucción del habitáculo
natural que consigo trae la canalización de los ríos de Costa Rica, la
contaminación de los cenotes de Yucatán, México y su eventual salinificación. La contaminación que producen los deshechos
domésticos es frecuente en las zonas
pobres de la ciudad de Santo Domingo y Caracas, la desertificación es un
problema que puede apreciarse tanto en Haití como en la isla de Vieques, Puerto
Rico.
El Caribe
en su conjunto, comparte una serie de problemas ecológicos de mayor escala como
lo son la pérdida por la erosión de los recursos playeros, la sobreexplotación de los recursos pesqueros y la
alteración de los ciclos naturales de reproducción de especies. En las zonas urbanas suelen coincidir el deterioro del espacio urbano con los
problemas sociales de la criminalidad, drogadicción, prostitución, etc. La lluvia ácida no es un caso raro en ciudades
como Ciudad de México, Caracas, Santo Domingo o San Juan. De hecho, los niveles de emisión de
contaminantes tales como el monóxido de carbono, ácido sulfúrico y óxido de
azufre son altos en relación a los estándares establecidos. La mayoría de nuestras ciudades poseen
niveles de reflexión de energía bastante elevados, lo que produce temperaturas
más altas que lo usual. En San Juan,
por ejemplo, la temperatura promedio
anual es en la actualidad de 3º F más elevada que en el 1940.
El Nuevo
Atlas Nacional de Cuba recoge las zonas cuyo deterioro de los terrenos
agrícolas es más evidente. La erosión
actual de estos suelos es muy fuerte en aquellas áreas montañosas donde las
pendientes son mayores a los 15º. En
estas áreas se incluyen la Sierra de los Organos y la Cordillera de
Guaniguanico en la provincia de Pinar del Río, el Macizo del Escambray y
las Montañas de Santa Clara, ubicadas
en la provincia de Cienfuegos, y la
Sierra Maestra y las montañas Sagua - Baracoa, ubicadas en las
provincias de Santiago de Cuba y
Guantánamo. Estos terrenos son
considerados como poco productivos dado a sus manifestaciones extremas de
factores limitantes como la hidromorfía, acumulación de sales, rocosidad,
pendiente y erosión.[11] La
situación de Cuba no constituye una excepción
pues la misma situación se repite en la Cordillera Central de la
Española y Puerto Rico.
La
situación agrícola de los países centroamericanos se ve continuamente agravada
por el caso extremo de pesticidas e
insecticidas. En países como
Nicaragua y Guatemala el daño a los suelos de algunas regiones ha sido permanente. La amplia riqueza cultural que poseen países
como México, Guatemala y Belice se ve frecuentemente amenazada por la
explotación forestal y minera. El desplazamiento de grupos indígenas tales
como la destrucción del hábitat de los Yanomamis en las selvas venezolanas y de
los Lacandones de México, son sólo dos ejemplos de la destrucción de la riqueza
cultural caribeña. Los Garifuñas de
Honduras, los Miskitos de Nicaragua y los Caribes de Dominica también sufren los
embates de la modernización. En el caso
de Puerto Rico, el patrimonio cultural se ve continuamente afectado por el
desarrollo de una arqueología comercializada que aunque no puede detener el avance del desarrollo, sí
puede rescatar los materiales culturales que de otra forma serían destruidos.
Existen
otras formas más sofisticadas de contaminación que son mucho más difíciles de
evaluar a nivel de la región caribeña, pero que sabemos existen. Un ejemplo es la contaminación sonora que
prevalece en los grandes centros industriales y urbanos. Otro ejemplo lo es la contaminación
radioactiva y por microondas. Sobre
esta última, cabe señalar que en Puerto Rico se han suscitado varios debates
por la proliferación de antenas celulares para comunicación y su efecto sobre
la salud humana.[12] Los desperdicios
sólidos son quizás, después de la contaminación del aire, el principal problema
de los centros urbanos. En países como
Puerto Rico representa un problema mayor al de la contaminación del agua y del
aire. Para concluir, queremos señalar
el mal uso de los recursos energéticos y la falta de planificación física
como algunas manifestaciones sociales
del sadomasoquismo ecológico que se vive en la cuenca caribeña.
Como hemos
visto, los problemas ecológicos del Caribe son tan diversos y complejos como
las sociedades que los generan. La suma
de las degradaciones ecológicas del Caribe a las ocurridas en otras regiones
del mundo están llevando al planeta a un deterioro ecológico cuyos impactos
negativos ya parecen manifestarse sobre la región. Si los estudios científicos sobre el efecto de invernaderos son
correctos, el Caribe debe haber comenzado a recibir el embate de huracanes con
mayor intensidad y frecuencia. Un
ejemplo de ello son los huracanes David, Federico, Andrew, Hugoy Georges. El ascenso del nivel del mar está erosionando nuestras costas y
provocando marejadas de mayor extensión como las que se han vivido en la Habana
en los últimos años. De continuar el
ritmo ascendente, muchas de las zonas turísticas como las de El Condado e Isla
Verde de San Juan, tendrán que ser desplazadas. El recalentamiento atmosférico también está destruyendo nuestros
corales y praderas marinas. Todos estos
cambios "naturales", sumados a los inducidos por la actividad humana, podrían hacer del
Mar Caribe una zona muy degradada; situación que debemos comenzar a detener
antes del comienzo del próximo siglo.
CULTURA
ECOLOGICA E INTEGRACION
El
surgimiento de una cultura ecológica caribeña constituye un vivo ejemplo de la
valoración cultural sobre la necesidad de conservar el medio ambiente. Esta
concientización representa una forma de
expresión positiva disponible a la humanidad para regular las relaciones entre
la sociedad y su entorno. Esas relaciones que una vez se concibieron
como un derecho sobre la tierra, la agrícultura o la naturaleza hoy se enmarca
sobre las nuevas concepciones del medio ambiente, comprendiendo todas las
dimensiones de los recursos naturales y culturales, y de la actividad humana
sobre su medio. Inclusive abarca los
efectos negativos que sobre la salud humana generan las actividades
ambientales.
A nivel
regional del Caribe existen bastantes convenios que regulan la lluvia ácida, la
calidad del agua, la extinción de las especies, la biodiversidad, la actividad
atmosférica, el derecho del mar, los bosques, la capa de ozono, la agricultura,
la minería, los ríos y lagos y la calidad del aire, entre otros. [13] Aunque no
todos los países han firmado estas leyes internacionales, la mayoría de los
países caribeños están suscritos a los más
importantes. El tratado que rige
el Derecho del Mar es uno de los más significativos para el Caribe, pues regula
la explotación de los recursos marinos y litorales, el turismo, la
contaminación oceánica y la transportación marítima. Además, define las zonas marítimas de control político para cada
uno de los países según ha sido
pactado.
A través
de los tratados que regulan la
deforestación, las emisiones de CO² y la producción y consumo de los fluorocarbonos,
el Caribe puede encontrar una base legal positiva que controle el efecto de
invernadero a nivel global. En el marco
internacional de la conservación de especies y de los recursos culturales, los
países existentes poseen un instrumento
jurídico que les permite establecer sus
parques nacionales a la vez que conservan su patrimonio nacional.
La participación del Caribe en la investigación
y colaboración científica internacional es de vital importancia. Por ejemplo, mucha de la investigación
científica sobre los efectos de los cambios atmosféricos y del ascenso sobre el
nivel del mar que se ha llevado a cabo en Cuba, Barbados, Dominicana y Puerto Rico, ha servido como modelo para
conocer los efectos del invernadero sobre las
regiones tropicales. El
intercambio de los resultados investigativos se facilita si existen convenios
de colaboración internacional.
La
colaboración es necesaria en las áreas relacionadas al aire limpio, agua
limpia, conservación de recursos, toxicidad en el ambiente, planificación y
mitigación de emergencias, el manejo de los parques nacionales y la zona
costanera, efectos de la contaminación en la salud, los edificios enfermos, la
salud ocupacional, el intercambio de profesores y de información, y para
terminar la colaboración interagencial.
En el caso específico de Puerto Rico existen
diversas agencias gubernamentales a nivel estatal que regulan la actividad
ambiental. La Junta de Calidad
Ambiental es la responsable de ejecutar la Ley de Aire Limpio y Agua a nivel
estatal. Dentro de sus
responsabilidades se incluyen el imponer multas a los violadores y diseñar
reglamentos y aplicar los estándares permitidos. Su función es desarrollar la política pública ambiental a la vez
que fiscaliza. Por otro lado, el Departamento
de Recursos Naturales y Ambientales, establece la política para la
administración de los recursos naturales, energéticos, mineros y algunas áreas
de los desperdicios sólidos.[14]
La actividad
ambiental a nivel municipal o local es muy limitada; se ha restringido a la
publicación de ordenanzas municipales que puedan prohibir el tirar desperdicios
en un lugar particular o a reconocer un sitio histórico como uno de valor
cultural. En el futuro esta situación
cambiará en la medida en que cada municipio vaya adquiriendo jurisdicción sobre
sus recursos naturales y culturales por virtud del poder que les confieren las
leyes de Ordenamiento Territorial y de Municipios Autónomos. Esta legislación le otorga a cada municipio
la potestad de ordenar y planificar su territorio mediante planes que
comprenden el ordenamiento de áreas urbanas de valor arquitectónico especial,
la protección de áreas naturales y de valor agrícola, la reforma interior de
áreas urbanas, la utilización de terrenos baldíos y la restauración de recursos
culturales.[15]
La
preservación del ambiente constituye un derecho humano fundamental, es parte
del derecho a la vida y a la salud.
Bajo una concepción humanística todo ser humano tiene derecho a que se
le proteja su entorno y su hábitat. Vid
Vukasovic, del Instituto de Política y Economía de Yugoslavia señala que el
disfrute a los derechos humanos está íntimamente ligado a los asuntos ambientales.[16] El derecho
a un ambiente sano ha sido incluido en la declaración de las Naciones Unidas
para un ambiente humano de la siguiente forma:
"Todo ser humano tiene el
derecho fundamental a la libertad, igualdad y condiciones adecuadas de vida en
una calidad ambiental que le permita una vida digna y de bienestar; y cada cual
tiene que guardar una responsabilidad solemne de proteger y mejorar el ambiente
para el presente y futuras generaciones."
Este
derecho humano a un ambiente sano y adecuado está íntimamente relacionado con
el derecho a información, es decir, a conocer y saber cuál es el estado actual del medio ambiente y de los recursos
naturales. Este derecho prevalece tanto
a nivel individual como internacional.
Llevándolo aún más lejos, el derecho a un ambiente sano es parte fundamental
de otros derechos humanos
fundamentales. Aquellos cuya salud y
bienestar se ven deteriorados por la contaminación, pierden la oportunidad de
disfrutar del más preciado de todos los derechos, el derecho a la vida y al
disfrute de ésta.
El problema
del ambiente bajo esta concepción está íntimamente ligado al problema de la
marginalidad y la pobreza extrema. La
pobreza es la peor forma de contaminación que existe. Cerca de un cincuenta por ciento de la población caribeña y de
América Latina, vive en condiciones de pobreza.[17] La
marginación es un proceso ecológico, pues la mayor parte de los grupos
marginados viven en condiciones
ecológicas deplorables y en el
peor de los casos explotan y
contaminan los pocos recursos
existentes para su subsistencia.
Nos encontramos frente a un círculo vicioso que es preciso romper a
través del mejoramiento de las condiciones ecológicas de vida.
El
desarrollo de una conciencia ambiental depende de la capacidad que tenga cada
país para ajustar su sistema a los cambios tecnológicos que están aconteciendo.
El intercambio de ideas fluye con mayor rapidez a través de la via cibernetica
del internet. "El continuo desarrollo de nuevas tecnologías en el campo de las
telecomunicaciones y las decisiones del gobierno para reglamentar o
desreglamentar, están creando la necesidad de un nuevo esquema
regulatorio,"[18] lee el
editorial de un periódico local. Para
evitar esta situación, es necesario que los países caribenos traten de
anteponerse a los cambios tecnológicos o cuando menos procuren responder de
forma inmediata a éstos. Esto se facilita mediante la colaboracion e
integración de los países caribenos.
Un caso
extremo y de suma importancia para todos los países caribeños es el paso de
barcos con material radioactivo procedentes de Japón e Inglaterra. No existe información concreta sobre la
peligrosidad de los materiales transportados, por lo cual no se puede preparar
un plan de manejo en caso de accidentes marítimos con material radioactivo.[19] Los
países de la Cuenca del Caribe pueden ampararse en la Ley Internacional de
1982 sobre Derechos del Mar para exigir
mayor seguridad, garantía y control sobre el paso de estos materiales por aguas
caribeñas.
En el
Caribe ya tenemos la presencia de grupos e individuos que se presentan
como activistas ecológicos. Estos a su
vez se proyectan como innovadores y radicales. Lo fundamental de estos grupos
es que contribuyen a el desarrollo de una conciencia ecológica y ambiental en cada
actividad humana. Sin la presencia de ésta conciencia sería imposible que el
Caribe alcance un mayor estado de bienestar y satisfacción humana y consiga una
mayor integración y colaboración que vaya a la par de estos axiomas.
SOCIEDAD CIVIL
Y MEDIO AMBIENTE
Ni el
derecho, ni la tecnologia, ni el incremento de la investigación ambiental
pueden por sí solo constituir un agente de cambio social. Se necesita la injerencia del ciudadano y de
la comunidad para viabilizar lo que en un momento dado se concibe como una
idea. La percepción ambiental que se
tiene de los gobiernos es una contradictoria.
Muchas personas ven al gobierno como el organismo regulador del
ambiente, mientras otros lo perciben como un andamiaje burocrático sin
eficiencia y hasta en variadas ocasiones como un depredador del ambiente.
Independientemente de cuál sea nuestra concepción, el gobierno
tiene una responsabilidad fundamental con la preservación ecológica y la sana administración del medio ambiente. De mayor trascendencia aún es su función de
promover programas educativos en las escuelas y universidades que permitan un
mayor entendimiento de las ciencias de la naturaleza. Los gobiernos del Caribe tienen en sus manos la capacidad de
organizar conferencias regionales sobre el estado del medio ambiente,
intercambiar información y recursos científicos, y la de promover pactos y
tratados bilaterales.
El
desarrollo de actividades como en la que hoy participamos tiene un gran
significado porque permite reunir especialistas procedentes del Caribe. Las
iniciativas pueden proceder del gobierno, las universidades, las asociaciones y
organizaciones regionales, la empresa privada y hasta del sector
religioso. Cualquier esfuerzo que
permita la búsqueda del diálogo y el consenso es bienvenido.
Las comunidades son quizás el agente más activo
de cambio en la lucha ambiental. A lo
largo de toda América y el Caribe se levantan grupos que demandan una política
ambiental sensible a los cambios ecológicos.
En Costa Rica hemos conocido a Ríos Tropicales, una organización que
promueve el ecoturismo y la conservación de los ríos. En México el Pacto Ribereño pudo bloquear la explotación
desmedida de 300 pozos petroleros del centro de Tabasco. Otros cientos de comunidades indígenas y
campesinos han solicitado participación en la preservación de la Sierra de
Oaxaca, las selvas de Yucatán, Quintana Roo, y del Lago de Pazcuaro en el
estado de Michoacán.[20]
En Puerto
Rico varias comunidades se han organizado en el pasado para defender su espacio vital ante la amenaza de la
contaminación. Entre éstos se
destacan: Cataño contra la Contaminación, Ciudad Cristiana de
Humacao, Barceloneta, Taller de Arte y Cultura de Adjuntas, Rincón, la Cruzada
de Vieques, etc. La organización
comunitaria ha contado con la ayuda de grupos ambientalistas como Misión
Industrial y de Ecologistas Universitarios.
En ocasiones han surgido espontáneamente grupos de ciudadanos para
exigir de las autoridades mayor cautela en el desarrollo de proyectos que afectan significativamente el
ambiente. Ese es el caso de la
organización que se opuso a la deforestación del Bosque Tropical del Yunque en 1986 y al establecimiento de la
planta de Carbón de la Cogentrix en Mayagüez, en 1992. El mas reciente de los
ejemplos son los cientos de grupos ambientales de Puerto Rico, los Estados
Unidos, el Caribe y del mundo que han apoyado la lucha ambiental de la Isla
municipio de Vieques contra la Marina de Guerra de los Estados Unidos.
Bajo la nueva ideología neoliberal, el manejo de la
naturaleza constituye una empresa comercial.
Es decir, la actividad de la conservación puede ser rentable. Esto se percibe en los proyectos de
privatización del ambiente y en los programas de reciclaje. En la medida
en que un proyecto sobre ecoturismo, reciclaje, o de conservación pueda generar
ganancias económicas, el sector privado
participa, de lo contrario se autoexcluye. El turismo especialmente se nutre de
los atractivos naturales que pueda ofrecer un país. No podemos olvidar que el Caribe, en su conjunto, representa una
de las regiones turísticas más importantes del mundo. Si no conservamos nuestras playas, ríos, bosques y ciudades
perderemos los recursos que nutren a la principal industria del Caribe. Son
precisamente las comunidades y los grupos ambientalistas los que ademas de
conservar su medio estan en la disposicion de defenderlo tanto en las cortes
como en cualquier foro civil o de la vida cotidiana.
CONCLUSIONES
Integración de la
Conciencia Ecológica Caribeña
En el
breve tiempo que he tomado para realizar esta presentación, hemos recorrido más
de quinientos años de historia ecológica para llegar al presente. Si algo hemos aprendido es que las
dificultades ecológicas comenzaron cuando los primeros humanos llegaron a estas
tierras y que éstas se han ido haciendo
cada vez más complejas a medida que la
estructura social y económica también se ha ido complicando.
Como todo
proceso evolucionista, el origen de una cultura ecológica caribeña para
proteger la naturaleza se remonta a los momentos en que existía una necesidad
por evitar una catástrofe ecológica. No
obstante, siempre existieron formas aisladas de defensa ambiental, pero de
forma fragmentada. Fue en el Caribe
donde primero se experimentó el intercambio de especies entre el viejo y el
nuevo mundo y el cruce étnico entre europeos, indios y negros.[21] Fue allí
donde primero se produjo el intercambio epidémico más grande de la época,
resultando en la extinción de los aborígenes.[22]
Este
proyecto ecológico trascendió fronteras
y dio resultado al Caribe que conocemos hoy, una región tan diversa
culturalmente como variados son los asuntos ambientales que la aquejan. Hoy día existen diferentes mecanismos que
permiten proteger los recursos
naturales y culturales de la región,
más no por ello podemos decir que existe justicia ambiental. Todavía se hace necesaria incrementar la
integración caribeña en muchas areas ambientales. La coordinación de esfuerzos entre las comunidades, la
integración de la información, la homogenización del derecho ambiental, el
intercambio de tecnologías y metodos de investigacion, son áreas en las cuales
aún nos falta crecer.
A pesar de
los inconvenientes podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hoy existe una
mayor conciencia ambiental tanto a nivel de gobiernos y ciudadanos caribeños
que lo que existía treinta años atrás.
El desarrollo de nuevas políticas nacionales e internacionales están
dirigidas a frenar las catástrofes ambientales que estamos viviendo. Para que esa conciencia sea enteramente
global, se necesita una política ambiental con un sentido más profundo; por lo
tanto, una política de sobrevivencia
implicaría de hecho la transformación global de la economía, de la cultura y de
la mentalidad de las sociedades modernas.[23]
La
experiencia caribeña nos dice que la globalización económica de la región
comenzó con el descubrimiento. Nuestras
economías han sido siempre diseñadas a la luz de las necesidades de las
metrópolis o del mercado internacional. Ya que esto ha resultado así, ¿por qué
no recoger los componentes positivos que en un sentido amplio la economía
globalizada ofrece? El desarrollo de
una conciencia ecológica caribeña y global es uno de esos.
En defensa
de una justa perspectiva caribeña, debemos señalar que antes de que existiera
un acuerdo de mercado común para Norteamérica y Europa, existía un mercado
común caribeño o Caricom. Ha sido
precisamente a través de los nexos comerciales que el Caribe ha consolidado su
integración regional y cultural.
Si la geografía
y la historia nos unen, entonces por qué no debe unirnos la protección y
defensa de nuestra naturaleza. Una gran
aportación sería la creación de una comisión ambiental caribeña permanente. Sabemos de la existencia de un informe de la
situación del medio ambiente para todo el Caribe auspiciado por las Naciones
Unidas en el año 1990. No obstante, la
ventaja de las comisiones permanentes es que trascienden la producción de un
informe.
Una de las
consideraciones que nuestra organización y universidades debe tener como agenda
para el futuro es la posible incorporación curricular de un curso o un
seminario en el área de medio ambiente caribeño. Esta sería una de las aportaciones que esta Organización y nuestros
respectivos centros educativos realizarían para contribuir a la integración y
comunicación de los países caribeños.
A lo largo
de todos estos siglos de historia, el Caribe ha aprendido que la preservación de la naturaleza incluye
intrínsecamente la conservación de la cultura.
De no ser así, hoy no existirían ni Miskitos, ni Caribes negros, ni
Yanomamis... poco quedaría del Guajiro
o del Jíbaro, del Maya o del Yucateco.
En todas estas áreas la antropología, la geografía y el derecho pueden
aportar. Como todo producto humano con
virtudes y defectos, la conservación de la naturaleza tiene una razón de ser y
su impacto sobre la agenda social y política debe considerarse positivo.
Para
concluir, sólo nos resta decir que toda forma de cultura ecológica debe ir
acompañada por la iniciativa de los ciudadanos, los gobiernos y las comunidades. Sin ellos se pierde el dinamismo que el cambio social
reclama. En una economía globalizada,
en un mundo internacionalizado los grandes cambios comienzan en las pequeñas instancias.
Box
21412, UPR , San Juan
Puerto
Rico 00931
Tel:
(1-787) 758-1917, Fax:754-7960
e-mail: J_Seguinot@rcmaca.upr.clu.edu ;
J_Seguinot@hotmail.com
| Hogar | Indice | Junta | Huellas | Archivos | Lazos | LexJuris | Evaluación |
La información, las imágenes, gráficas u otro
contenido en todos los documentos preparados en esta Revista son propiedad de
la Revista de Lexjuris. Otros documentos disponibles son propiedad de sus
respectivos dueños. Derechos Reservados. Copyright © 2000 Revista de LexJuris
de Puerto Rico.
[1] R. Alegría, Nicholson y Willey, The Archaic Tradition in Puerto Rico, American Antiquity 21 (1955).
[2] L.A. Chanllatte e Y. Larganes, La Nueva Arqueología de
Puerto Rico - Su Proyección en las Antillas, Taller C. por A., (Santo Domingo, 1990).
[3] Y. Larganes, Fauna y Cultura Indígena de Puerto Rico, Centro de Investigaciones Arqueológicas
UPR (San Juan, 1993).
[4] J. Seguinot, Decline of the Caribbean Aboriginal Population, Trabajo Presentado en el
Vigésimo Séptimo Congreso Internacional de Geografía (Washington, D.C., 1992).
[5] C. Fuentes, El Espejo Enterrado, Fondo Cultura Económica, (México, 1992),
85.
[6] E. Mathew, The Influence of Brazilian Sugar Production on the West Indies Economy, Caribbean History & Economy, Delson, Gordon y Breach Science, (New York, 1981), 37-43.
[7] R. Sheridan, The Plantation Revolution and The Industrial Revolution, Supra cita 6, 44-51.
[8] M. Woodville, West Indian Peasantry, Supra nota 6,123-133.
[9] P. Waterman, El
Internacionalismo Socialista Ha Muerto, Nueva Sociedad 122 (1992), p. 47-54.
[10] E. Martínez, Estudio de la
Vida Silvestre en República Dominicana y A. Venecia, La Flora de la Laguna de Oviedo, Medio Ambiente y Recursos
Naturales, Academia
de Ciencias, (República Dominicana, 1984), 56-67 y 197-263.
[11] Nuevo Atlas Nacional de Cuba, Sección de Suelos y Medio
Ambiente, Instituto de Geografía, (Habana, 1990).
[12] En Pie de Lucha Contra
Proliferación de Torres para Celulares,
Diálogo, Diciembre 1993, 15.
[13] J. Seguinot, Greenhouse Effect: Available Legislation and Needed Treaties and Agreements, 59 Rev. Jur., UPR 841 (1990).
[14] Gelabert to Head
Environmental Umbrella Agency, Caribbean Business, Diciembre 23, 1993, 51.
[15] J. Seguinot, Plan de Ordenamiento Territorial Para Un Municipio, Instituto de Estudios
Hemisféricos, UPR (San Juan, 1993)
[16]
V. Vukasovic, Protection of the Environment: One of the Key Issues in the Field of Human
Rights
59 Rev. Jur. UPR 889 (1990).
[17] G. González, ¿Qué Significa
Ser Pobre?, Claridad, 11 noviembre de 1993, p. 35.
[18] A. M. Pascual, Huérfanas de
Reglas las Comunicaciones Locales, El Nuevo Día, 7 de noviembre de 1993, 123.
[19] G. Delgado, Maniatados Ante
el Tráfico Marítimo Radioactivo, El Nuevo Día, 22 de agosto de 1993, 123.
[20] V. Toledo, Utopía y
Naturaleza, El Nuevo Mejoramiento
Ecológico de los Campesinos e Indígenas
de América Latina, supra cita 9, p. 72-85.
[21] The Grand Exchange, National Geographic Magazine Map, Washington D.C., febrero 1992.
[22] F. Tuleda, El Encuentro
entre Dos Mundos: Impacto Ambiental de
la Conquista, Supra cita 9, 198-209.
[23] J. Padua, Espacio Público,
Intereses Privados y Política Ambiental,
Supra cita 9, 156-163.